Mérida, Yucatán, 4 de noviembre de 2020.- Con problemas en la columna y un cuadro de reumatismo, Enrique Chan, a sus 92 años sale a las calles a para pedir limosna, actividad a la que se dedica desde que lo atropellaron.
Milagrosamente se salvó del accidente que le impidió continuar con su oficio: albañil, el cual aprendió desde muy joven.
Por su edad, ya tiene derecho a la pensión que otorga el gobierno federal, pero los 3,800 pesos que recibe al mes le son insuficientes.
“Hay días que me va bien, pero no toda la gente me da” relata.
La necesidad por obtener un ingreso le hace caminar por colonias y el centro de la ciudad con la esperanza de encontrar a personas que le den unas monedas.
Viudo, con dos hijos fallecidos y uno que le sobrevive, pero que no le ayuda por estar también enfermo, don Enrique recuerda que desde los 10 años empezó a trabajar con su papá con quien cortaba pencas.
Ahora pide caridad en una jornada de ocho horas, en días en los que no tiene la certeza si lo obtenido le será suficiente para comer.
“El hombre nació para trabajar, eso me enseñaron. Nunca he tenido la necesidad de robar” comenta.
Con problemas de audición, cansado, intenta no contagiarse del COVID-19 aunque sabe que siempre se expone al salir a buscar el sustento.
“Le pido a Dios que no pase nada y salgo a la calle” expresa mientras saca de las bolsas del supermercado la poca mercancía que logró comprar.
“Cuando camino mucho, llego a mi casa me acuesto dos horas y luego de reponerme preparo mi comida” explica.
Su casa, como él, ya está afectada por el tiempo y, cuando llueve, busca dormir en el rincón en donde menos entre el agua.
“La necesidad me hace moverme y así seguiré” asegura confiado de que mañana será un mejor día.