Dos científicos estadounidenses, Harvey J. Alter y Charles M. Rice, y uno británico, Michael Houghton, han ganado este lunes el premio Nobel de Medicina de 2020 por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, según ha anunciado el jurado del Instituto Karolinska de Estocolmo, responsable del galardón. La de la hepatitis C es una de las historias con un final más feliz de la ciencia moderna.
Antes de los avances de Alter, Rice y Houghton, se conocían los virus de las hepatitis A y B, pero la mayoría de los casos transmitidos por la sangre permanecían sin explicación, según ha destacado el jurado. “El descubrimiento del virus de la hepatitis C reveló la causa de los casos de hepatitis crónica restantes e hizo posible analizar la sangre y desarrollar nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas”, han proclamado los científicos del Instituto Karolinska.
La Organización Mundial de la Salud calcula que en 2016 murieron unas 400.000 personas por el virus de la hepatitis C. En España, las vías de contagio más comunes son las inyecciones con agujas contaminadas, sobre todo en heroinómanos, y las transfusiones de sangre previas al año 1990. Los modernos fármacos antivirales —como el sofosbuvir, sintetizado en 2007 y aprobado en 2013— pueden curar más del 95% de los casos, pero su precio es inaccesible en muchos países. Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones han denunciado en los últimos años los “precios desorbitados” del sofosbuvir, patentado por la farmacéutica estadounidense Gilead Sciences, propietaria también del remdesivir, un antiviral que reduce cuatro días el tiempo medio de recuperación de los enfermos con covid.
¿Qué es la hepatitis C? ¿Cómo se transmite esta enfermedad silenciosa?
El virus de la hepatitis C, cuyo descubrimiento fue galardonado este lunes con el Nobel de Medicina, es responsable de una terrible enfermedad crónica, que progresa en silencio antes de provocar potencialmente cirrosis o cáncer de hígado, pero que ya es posible curar.
Calificada por el jurado del Nobel de «problema mayor de salud mundial», la hepatitis C mata cada año a 400 mil personas, mientras que 71 millones son portadoras crónicas del virus, es decir, 1% de la población mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Entre estas, solo una de cada cinco (19%) son conscientes de su enfermedad, debido a unas capacidades limitadas de diagnóstico a nivel mundial.
Tras una fase de infección aguda, generalmente asintomática, una minoría de pacientes, entre 15% y 45%, elimina espontáneamente el virus, pero en la mayoría de casos este se instala en las células del hígado para convertirse en una enfermedad crónica.
Pero se mantiene silenciosa durante mucho tiempo, puesto que puede evolucionar durante 10, 20 y hasta 30 años antes de que aparezcan complicaciones graves como cirrosis o cáncer de hígado.
Según la OMS, «entre los enfermos crónicos, el riesgo de padecer cirrosis del hígado es de entre 15% y 30% durante un periodo de 20 años».
¿Cómo se transmite la hepatitis C?
La hepatitis C se transmite esencialmente a través de la sangre. Las transfusiones fueron durante mucho tiempo una vía importante de contaminación, pero con el desarrollo de tests de detección, este tipo de contagio prácticamente desapareció.
Hoy, la OMS estima que 23% de las nuevas infecciones y 33% de la mortalidad debido al virus de la hepatitis C son imputables a la inyección de drogas con material no esterilizado.
También se puede transmitir durante la realización de tatuajes y piercings y más puntualmente, mediante una relación sexual o de una madre al feto.
Tratamientos contra la hepatitis C
La producción en los años 2010 de nuevos antivirales de «acción directa», capaces de eliminar el virus en pocos meses en más de 95% de los casos, revolucionó el tratamiento de esta enfermedad. Se trata sobre todo del sofosbuvir, comercializado por el gigante farmacéutico Gilead bajo el nombre de Sovaldi.
Estos medicamentos hacen de la hepatitis C «la única enfermedad viral crónica que se puede curar», según el Instituto Nacional de Salud y de Investigación Médica de Francia.
En los países con acceso a estos tratamientos, este mal está en constante disminución, aunque globalmente su difusión padece de su coste elevado, si bien los precios cayeron en los últimos años gracias a la introducción de versiones genéricas.
A finales de 2017, únicamente 5 millones de personas de un total de 71 millones de enfermos crónicos habían sido tratados con antivirales de acción directa, según la OMS.
«Queda mucho por hacer antes de lograr la meta de tratar el 80%» de las personas infectadas «en 2030», advierte la organización internacional.
Fuente: El País / AFP.