Aniceto May Tun, escribano en el Centro Ceremonial de Tixcacal Guardia y único facultado para leer el “A’ almaj T’aan”, como se conoce al libro Sagrado de los Mayas macehuales, murió hoy a los 112 años de edad, en la comunidad de X-Pichil, Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo.
La muerte de Don Aniceto fue antecedida, hace apenas dos días, por la de Crescencio Pat Cahuich -descendiente del líder rebelde, Jacinto Pat- quien falleció en la comunidad de Señor, en Carrillo Puerto.
Aniceto y Crescencio forman parte de un grupo de abuelos mayas, cuyos ancestros participaron en la Guerra Social Maya, conocida popularmente como “Guerra de Castas, que inició 1847 y culminó en 1901.
El escribano, asignación otorgada a los mayas dedicados a la escritura de documentos, era famoso en la comunidad por el tejido de hermosas hamacas, hechas con fibra de henequén.
El indígena había enfermado días atrás y presentó fiebre en esta semana; como muchos de los abuelos, vivía solo.
De acuerdo con Marcos Canté, presidente de la cooperativa turística “Xyaat”, Don Aniceto falleció a las 12:30 horas de hoy, en X-Pichil, una comunidad rural localizada a 50 kilómetros de Felipe Carrillo Puerto.
“Yo apenas lo fui a ver con otras personas para comprarle una hamaca, el jueves de la semana pasada. Le di un poco más de dinero para ayudarlo con sus medicinas, porque ya andaba enfermo y tenía temperatura alta. Hoy nos avisaron que murió”, dijo Canté.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Canté explicó que Don Aniceto era considerado “guardián” del “A’ almaj T’aan”, un libro escrito en latín y griego, considerado la “Biblia sagrada de los mayas macehuales”, que guarda “todos los secretos y las profecías de lo que vendrá”.
“No cualquiera lo puede ver, ni tocar, ni leer, sólo él”, relató, al señalar que, así como May Tun recibió el libro en custodia, él dejó un sucesor: Don Mauro, quien será ahora el guardián de esa tradición y culto.
El libro fue escrito a mano por un guardián previo, Dionisio Itzab, quien lo entregó en sucesión a May Tún, quien aprendió a escribir a los 10 años de edad.
Fue el mismo Aniceto quien habló de la existencia de ese libro, al fotógrafo, Serge Barbeau, quien realizó una serie de retratos a una veintena de abuelos mayas, en 2015, imágenes que conjuntó en una edición denominada “Últimos testigos de la Guerra de Castas”.
Los retratos de Barbeau fueron expuestos años después en el Museo Maya de Cancún; también en Mérida, Yucatán y en la Ciudad de México, esto último a iniciativa de la Dirección de Cultura y Relaciones Públicas de la oficina de representación del gobierno de Quintana Roo, en la capital del país.
La idea de elaborar los retratos partió de Marcos Canté, quien pensó acompañarlos de textos cortos que describieran pasajes de la Guerra Social Maya; una bibliografía de los participantes y recuerdos o anécdotas de las y los abuelos, entre quienes figuran sólo dos mujeres.
“El mundo se quemará, así está escrito en el A’almaj T’aan, caerán las estrellas y otros fenómenos como ese ocurrirán. La biblia cristiana coincide en algunos textos con el A’almaj T’aan, la gente ahora vive con insultos y libertinajes, ahora nadie obedece, son como animales, no hay educación”, se lee en el libro testimonial, que cita la narración de Don Aniceto sobre el contenido de la Biblia Maya.
Además se leen sus relatos sobre la viruela negra que afectó a la población maya en 1910; que Quintana Roo estuvo a punto de ser entregado como territorio a Inglaterra; que las parejas solo podían casarse si sabían el rezo maya y que el matrimonio es para siempre. También comenta sus avatares para encontrar sucesores del conocimiento sagrado.
“Fui a visitar el centro ceremonial de Tixcacal Guardia para ver si sirven a Dios, pero encontré niños ahí, no saben nada, los probé y son solo niños, solo hacen locuras, por ejemplo, ahora hay personas que enseñan el rezo maya, pero como aprendieron mal, así enseñarán a otros, mal; en la escritura maya hay puntos, cruces y símbolos que solo unos pocos pueden entender”, se lee, sobre lo narrado por Don Aniceto.
De acuerdo con su testimonio para ese trabajo fotográfico, el A’almaj T’aan establece que la Humanidad no llegará al año 2025.
“Está escrito que será así. Ahora hay dolores de estómago de muchos países, todas las naciones tienen problemas y quieren pelear entre todos, se pelean entre hermanos y dicen saber mucho, cuando llegue la hora nosotros nos separaremos o alejaremos de los ts’uulo’ob (blancos o extranjeros) y los mayas vivirán en medio del caos”, transmitió May Tun, en aquel relato.
Al lamentar el deceso de Crescencio y de Aniceto, la titular de la Dirección de Cultura y Relaciones Públicas de la oficina de representación del gobierno de Quintana Roo, en CDMX, Martha Latapí, consideró que la muerte de ambos personajes representa la desaparición de parte de la historia “viva” y provoca un momento de reflexión sobre la urgencia de revalorar la enorme riqueza histórica, cultural y humana que posee la entidad.
Latapí, quien contactó con el fotógrafo Serge Barbeau -años atrás- para exponer los retratos de los abuelos en la CDMX, comentó que los dignatarios mayas siempre habían sido muy recelosos de abrirse al mundo para dar a conocer sus saberes e historias, pero compartieron sus testimonios porque acaso había llegado el tiempo para hacerlo.
“Serge me contó que al principio le costó mucho trabajo que ellos se dejaran retratar, pero ya que avanzaron las sesiones, ellos mismos empezaron a soltarse y a hablar y a platicarle las historias que habían guardado durante muchos años, lo que habla de la necesidad que tenían de contar sus historias, por eso considero que el libro de retratos marcó un precedente”, dijo.
Entre las y los indígenas fotografiados figuran Abundio Yamá, Agapito Ek Pat, Alberto Cruz Peraza, Angelino Chablé Chi, Aniceto May Tun, Cecilio Poot, Celestino Cruz Peraza, Crescencio Pat Cahuich, Faustino Tamay Marín, Félix Cruz Peraza, Isabel Sulub May, Gregoria Peña Canul, Higinio Kauil Pat, Máximo Witzil Nah, Mamerto Kauil Oat, Sabino Pech Angulo y Vicente Ek Catzín.
Latapí recordó que apenas el año pasado fue invitada al Centro Ceremonial de Tixcacal, a una festividad importante para la comunidad e incluso estuvo bailando y bebiendo balché -bebida ceremonial hecha con una corteza de árbol- en compañía de Don Aniceto.
“Además de la pérdida personal, esto va más allá y nos sirve para revalorar estos tesoros que representan ellos, en términos de historia y cultura”, manifestó, y citó a manera de reconocimiento, los esfuerzos hechos por organizaciones civiles para poner en el mapa la cultura de los pueblos indígenas a nivel nacional e internacional, a través del turismo comunitario.
Fuente: El Universal