
Durante quinientos años, el mar Báltico tenía en sus profundidades una embarcación de la era renacentista, un barco que se hundió cerca del mismo momento en que Cristóbal Colón iba camino a América por primera vez. La flota de Colón desapareció hace mucho tiempo, pero esta embarcación renacentista apenas resurgió, impresionantemente bien conservada gracias al agua gélida del Báltico.
La primera pista de que estaba ahí data de 2009, cuando una revisión sonar de la Administración Marítima de Suecia encontró un punto anómalo en el lecho marino. A principios de este año se introdujo una cámara robótica operada por un equipo comercial que estaba buscando un gasoducto: avistó una masa enorme en vez del lecho típico.
La falta de oxígeno en las profundidades heladas de ese mar suelen mantener lejos a las criaturas que se comen la madera de barcos naufragados. Los mástiles y tablas en ocasiones se desintegran hasta volverse parte del lodo del lecho después de siglos de desgaste y los colonizadores acuáticos.

Es probable que el navío fuera una embarcación de mercancía y no una de guerra, pero aún así contaba con cañones sobre pivotes, una “prueba de las tensiones” marítimas en ese momento, de acuerdo con el comunicado sobre la expedición. Pacheco-Ruiz comentó en entrevista que el barco naufragado parece tener entre 15 y 18 metros de largo. En comparación, se cree que la Santa María de la expedición colombina era de unos 18 metros y que la Niña y la Pinta eran de unos 15 metros. Los registros indican que la Santa María tenía 52 integrantes de tripulación y que los otros dos buques contaban con dieciocho personas a bordo. Todavía no se determinan el origen ni nombre de la embarcación, por lo que ha sido apodado Okänt Skepp, “barco desconocido” en sueco. Pachecho-Ruiz y su equipo, que han mantenido en secreto la ubicación exacta del navío para evitar que lo alcancen cazatesoros y chatarreros, planean regresar para otra ronda de exploraciones en la que intentarán sacar del sitio un tablón. Con análisis en laboratorio de la madera antigua, se podría datar con un margen de un año desde que fue adquirida por los humanos, según Pacheco-Ruiz, para establecer exactamente cuándo fue construido y llevado a altamar. El equipo arqueológico iluminó la embarcación naufragada con luces brillantes y tomó miles de imágenes de alta resolución; con ayuda de una computadora, unieron esas fotografías para crear retratos detallados que parecieran casi tridimensionales. Con las imágenes compuestas se puede ver el barco casi completo; en contraste, un mosaico de fotografías únicas no llega a dar cuenta de lo enorme que es el buque. Johan Rönnby, el director del Instituto de Investigaciones de Arqueología Marina de la Universidad de Södertörn, que también fue parte de la expedición, dijo en entrevista que los retratos al barco naufragado son particularmente importantes porque dan un vistazo al desarrollo temprano de embarcaciones en la era de exploración marítima globa. “Es especial porque está extremadamente bien preservado”, dijo. “De verdad luce fantástico”. A lo largo de los años ha sido posible para los arqueólogos marinos aprender mucho sobre la era de la exploración y sus flotas de embarcaciones altas, “pero todavía hay brechas”, dijo Rönnby. El descubrimiento en el Báltico puede ayudar a llenar algunos de esos vacíos. “Este tipo de descubrimientos son realmente, realmente importantes para nuestra comprensión histórica”, indicó Rönnby. Fuente: NYT