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Las avispas han superado esta prueba de lógica, ¿tú podrías?

A ver, un examen sorpresa: Juan es más alto que Pedro. Pedro es más alto que Miguel. ¿Quién es más alto, Miguel o Juan?
 
Si dijiste Juan, ¡felicidades! Acabas de demostrar lo que se conoce como “inferencia transitiva”, que es la habilidad para comparar las cosas indirectamente con base en yuxtaposiciones previas. Pero antes de que te consideres superdotado, deberías saber que hace poco se demostró que esta habilidad también la posee otra criatura: la humilde avispa de papel que ahora mismo podría estar viviendo en tu jardín.
 
En el verano de 2017, unos investigadores de la Universidad de Míchigan les hicieron pruebas de inferencia transitiva a dos especies de avispas de papel. Un número de veces estadísticamente significativo, las avispas lograron resolver las pruebas. Otros animales, como las ratas, los gansos y los peces cíclidos también han demostrado poseer esta capacidad. Pero este estudio, que se publicó el 7 de mayo en Biology Letters, es el primero en mostrar de manera exitosa que también la tienen los invertebrados (en el 2004 las abejas melíferas reprobaron un ejercicio similar).
Las avispas de papel habitan en todos los continentes excepto la Antártida. Quizá ahora mismo estés cerca de algunas. “Suelen anidar en los aleros de las casas o dentro de las parrilleras”, dijo Elizabeth Tibbetts, la autora principal del estudio.
 
En una investigación previa, Tibbetts mostró que los especímenes de avispas hembras pueden identificarse mutuamente por medio de sus distintivos patrones faciales, que parecen manchas de las pruebas de Rorschach. “Cuando dos avispas se ven por primera vez, aprenden: ‘Ah, así es como se ve Susanita’. Y cuando se vuelven a ver, recuerdan quién es Susanita”, dijo.
 
En la primavera, las hembras pasan mucho tiempo peleando, molestando a los demás y palmeando sus extremidades. Estos asaltos parecen riñas colegiales. “Algunas avispas pelean, otras solo observan las peleas”, dijo Tibbetts. “Son momentos muy emocionantes”. Las avispas recuerdan a las que pierden y ganan, y usan esos antecedentes para establecer una jerarquía social: las más fuertes se reproducen mientras las más débiles hacen todo el trabajo.
 
Tibbetts y sus colegas querían ver si las avispas podrían llevar las cosas un poco más allá. Digamos que alguna avispa de papel le diera una paliza a Susanita, y luego viera a Susanita noquear a Juanita unos días después. ¿Acaso esa avispa podría darse cuenta de que muy probablemente también le ganaría a Juanita?
 
Ese razonamiento requiere de inferencia transitiva. Así que el equipo se abocó a lo que se conoce como “procedimiento de entrenamiento con cinco elementos”, que ahora es una manera estándar para probar esta habilidad en los animales. Metieron a las avispas en diversas cámaras bicolor. Si se movían hacia el color equivocado, sentían un leve choque eléctrico. De esta manera, “las entrenas para saber que el azul es mejor que el verde, y una vez que aprenden eso, les enseñas que el verde es mejor que el morado”, explicó Tibbetts. Hicieron esto con cuatro pares de cinco colores.
 
Después de que habían entrenado a las avispas, las metieron en una nueva cámara, con colores que ya conocían del entrenamiento, pero que no habían puesto juntos. Aproximadamente el 67 por ciento de las veces, las avispas lograron elegir bien el “mejor” color, es decir, el que era menos probable que les provocara un choque eléctrico.
 
“Están organizando todas esas parejas en una jerarquía lineal en su cabeza”, dedujo Tibbetts. Ahora, piensa estudiar cómo las avispas usan esta habilidad en las interacciones sociales reales.
 
Colin Allen, un filósofo cognitivo de la Universidad de Pittsburgh, advierte que no debemos sobreinterpretar los hallazgos del estudio, pues afirma que la sencillez de la prueba hace que “sea difícil juzgar qué procesos están operando en estas avispas”. Sin embargo, afirma que “es un recordatorio importante” de que solo porque las abejas no pueden hacer algo, no significa que otros insectos tampoco puedan hacerlo.
 
Eso concuerda con otra de las lecciones del estudio: que los humanos puedan hacer algo, no necesariamente significa que ningún insecto pueda hacerlo.
Fuente: NYT

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