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La sed del futuro… inmediato: Un mundo sin agua potable

En su libro Colapso, el geógrafo Jared Diamond recuerda un hecho que muchos pasan por alto: las sociedades tienen fecha de vencimiento. “El crecimiento y desplome de una sociedad se puede homologar a la evolución de bacterias en una placa de Petri: en ambos casos progresivamente se aprecia un desequilibrio entre los recursos de los que se dispone y los recursos que se consumen”, recuerda el escritor estadounidense. “Durante el último par de décadas, los arqueólogos nos han demostrado que hubo problemas medioambientales detrás de muchos de los debacles de antiguas civilizaciones”.

Sucedió con civilizaciones como la maya, la Rapa Nui de la isla de Pascua, la Anasazi de América del Norte o del Imperio Jemer en lo que hoy es Camboya. Y eventualmente, sucederá con las sociedades actuales.

El cambio climático -en sus diversas variantes y modulaciones- nos empuja al precipicio, al borde del abismo. Una crisis mundial del agua parece inminente. Organizaciones como UNESCO predicen que 1.800 millones de personas experimentarán escasez de agua para 2025.

“Este siglo no será solo testigo de migraciones masivas sino de guerras por los recursos, conflictos violentos entre todos los que pretendan alimentarse de una única porción de tierra o de beber de la misma fuente de agua que se agota”, dice el sociólogo y psicólogo social alemán Harald Welzer, autor de Guerras climáticas: por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI. “Dentro de un tiempo no muy lejano será difícil distinguir entre refugiados climáticos y refugiados de guerra, porque las nuevas guerras están condicionadas por el clima y las personas huyen de la violencia”.

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Planeta Agua

Vivimos en un planeta azul. Como recuerda el escritor Phillip Ball en su libro H2O: una biografía del agua, llamamos Tierra a nuestro hogar pero “Agua” sería un nombre mucho más apropiado. Este líquido es lo que hace único a nuestro mundo.

La vida tal como la conocemos puede sobrevivir sin luz solar. Incluso sin oxígeno: criaturas extremas conocidas como extremófilos pueblan las fumadoras de los respiraderos hidrotermales submarinos. Pero la vida tal como la conocemos no puede existir sin agua. Y donde hay agua, casi siempre hay vida.

Por eso, su hallazgo en cualquier parte del universo -en lunas, Marte, asteroides, cometas y exoplanetas- sigue siendo recibida con sorpresa y excitación. Aunque la cuestión no es si hay agua fiera de la Tierra sino si esa agua es líquida: solo en estado líquido el agua es capaz de convertirse en la matriz de la vida.

Escasez en la abundancia

Un ser humano adulto puede durar tres semanas sin comida. Sin agua, en cambio, vive a lo sumo varios días. Se calcula que la Tierra contiene unos 1.386 millones de kilómetros cúbicos de agua. Es un número que no ha disminuido ni aumentado en los últimos dos mil millones de años.

Los roces transfronterizos entre México y Estados Unidos no solo están incitados por olas migratorias sino también por la crisis del agua.

Sin embargo, si bien el 70 por ciento de la superficie del mundo está cubierta por agua, solo el 2,5 por ciento del agua existente en la Tierra es potable, y esa cantidad sí se reduce año tras año debido a la contaminación.

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“Agua, agua por todas partes, y ni una gota para beber”, escribió Samuel Taylor Coleridge en su balada La oda del viejo marinero (1797) dando cuenta de esta situación: aunque abundante, el agua salada es corrosiva y tóxica para el ser humano y demás animales terrestres.

En el último siglo, la población mundial se incrementó 4,4 veces. Entre 1950 y 1990, el consumo de agua global se triplicó. Para 2040, la demanda global de recursos de agua dulce excederá su disponibilidad, de acuerdo con el informe del Consejo Nacional de Inteligencia sobre Seguridad Global del Agua.

Las disputas sobre las fuentes de agua potable ya son comunes, especialmente en las regiones donde el agua es escasa. La población mundial aumentará a 9,7 mil millones para 2050, provocando situaciones de estrés hídrico.

Los norteamericanos consumen cinco veces más agua que los europeos. Y junto a China, México, Japón y España son los países con mayor “huella hídrica”, es decir,  cantidad total de agua dulce utilizada para producir bienes y servicios.

“De continuar las tendencias actuales, el agua se convertirá probablemente en una creciente fuente de tensión y de intensa rivalidad entre las naciones”, dijo en su momento el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan. “Pero también podría ser un catalizador de la cooperación”.

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Guerras acuáticas

“En una época en la que el ser humano ha olvidado sus orígenes y está ciego incluso ante sus necesidades más esenciales para la supervivencia, el agua se ha convertido en víctima de su indiferencia”, escribió la bióloga marina Rachel Carson.

Su escasez aumenta los conflictos y la inestabilidad a través de las fronteras nacionales. No extraña que la palabra “rivalidad” provenga del latín rivus, que quiere decir río. “Las guerras del próximo siglo serán sobre el agua”, anticipó en 1995 el ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin.

 
The Pacific Institute contabiliza más de 700 conflictos bélicos a lo largo de la historia por recursos hídricos. Lo curioso es que, según este think-tank en Oakland, California, estas disputas están aumentando.

El cambio climático -en sus diversas variantes y modulaciones- nos empuja al precipicio, al borde del abismo. Una crisis mundial del agua parece inminente. Organizaciones como UNESCO predicen que 1.800 millones de personas experimentarán escasez de agua para 2025.

En ciertas ocasiones, el agua es el desencadenante, la excusa para desatar la violencia étnica. En la Europa del siglo XIV, durante la epidemia de laPeste Negra, cientos de comunidades judías fueron masacradas a manos de quienes afirmaban que los judíos envenenaron los pozos de agua locales.

O como sucedió el año pasado cuando los conflictos por las tierras de pastoreo y el agua desataron actos de violencia tanto en el norte de Kenia como en el centro de Nigeria.

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El control del flujo de agua de ríos que atraviesan naciones enteras incita tensiones geopolíticas. En Egipto, hay preocupación por la Gran Represa del Renacimiento que Etiopía está construyendo en el Nilo, a unos 40 km de la frontera sudanesa. Cualquier amenaza al agua que llega a Egipto es considerada como un peligro para su soberanía.“Esto cambia el juego, un nuevo orden está comenzando en toda la región ahora”, apunta la académica Rawia Tawfik de la Universidad de El Cairo.

India y Bangladesh temen que China desvíe las aguas del río Brahmaputra -uno de los más largos de Asía- a la región árida de Xinjiang.

Turquía está bajando los niveles de agua en los ríos Eufrates y Tigris con las presas que construye, provocando choques con Irán. Las disputas por los recursos hídricos también aceleran las tensiones entre India y Pakistán, a décadas de firmado el Tratado del Agua del Indo (1960), un acuerdo mediado por el Banco Mundial que distribuye los afluentes de este recurso vital que sustenta a 300 millones de personas.

Vienen por el agua

Los roces transfronterizos entre México y Estados Unidos no solo están incitados por olas migratorias sino también por la crisis del agua. El río Colorado riega siete estados estadounidenses (Wyoming, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Nevada y California) y da de beber a otros dos estados en México (Baja California y Sonora). Pero la gran densidad de población en la costa está alterando el ciclo de vida del agua de forma natural y podría limitar la llegada del recurso hídrico.

Los niveles de agua en la cuenca del Colorado han caído a niveles demasiado bajos. Para 2050, las estimaciones sitúan la reducción en el flujo de agua del río en un 20 por ciento o más lo cual conducirá a interrupciones prolongadas del suministro.

El futuro estará dominado por quien controlen las fuentes de agua. Alrededor del 90 por ciento de las reservas de agua dulce del mundo permanecen actualmente bajo control público, pero la privatización se está volviendo más común ya que los gobiernos con ingresos limitados cada vez más no pueden darse el lujo de mantener y reparar los sistemas municipales de purificación y entrega de agua que a menudo se construyeron hace décadas.

Nestlé, una de las corporaciones más grandes del mundo, posee 50 manantiales en todo Estados Unidos. En la India, Coca-Cola fue acusada de agravar la sequía que ha amenazado los suministros de agua subterránea. Allí la multinacional opera 58 plantas de embotellado de uso intensivo de agua y ha tenido que cerrar varias por protestas de agricultores locales. «India es uno de los países con mayor escasez de agua en el mundo, y no será fácil para Coca-Cola crecer aquí», señala el activista antiglobalización Amit Srivastava, coordinador del Centro de Recursos de India.

Sudamérica alberga el 26 por ciento de los recursos de agua dulce del mundo. La región contiene cuatro de los 25 ríos más grandes del mundo, entre ellos  el Amazonas, el Paraná, el Orinoco y el Magdalena. Además, Argentina comparte junto a Brasil, Paraguay y Uruguay el Acuífero Guaraní, uno de los reservorios subterráneos de agua dulce más grandes del mundo.

Esto ha incitado durante las últimas décadas la afluencia de compañías privadas de agua. «Ahora vienen por el agua», es la frase más reiterada por los activistas que se oponen a los proyectos de privatización a nivel municipal, estatal y federal.

Huellas hídricas y posibles soluciones 

Olvidamos el valor y la escasez de agua potable. Estados Unidos consume más de 1300 millones de litros de agua por día. Los norteamericanos consumen cinco veces más agua que los europeos. Y junto a China, México, Japón y España son los países con mayor “huella hídrica”, es decir,  cantidad total de agua dulce utilizada para producir bienes y servicios.

El agua es esencial para cualquier actividad económica pero en especial para la agricultura: cerca del 80 por ciento de las reservas de agua globales se usa para riegos y para criar animales.

El cambio climático exacerbará las desigualdades. Las zonas húmedas se convertirán en secas. Una posible solución son las tecnologías de conversión de agua salada en agua dulce.

LLamamos Tierra a nuestro hogar pero “Agua” sería un nombre mucho más apropiado. Este líquido es lo que hace único a nuestro mundo.

El Instituto de Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de las Naciones Unidas registra unas 15.906 plantas desalinizadoras en 120 naciones. En conjunto, producen 95 millones de metros cúbicos por día de agua desalinizada.

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Se encuentran en Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, China, las Maldivas, Singapur, Qatar, Malta, Bahrain. Israel ya tiene cinco plantas y planea otras dos.

La planta de desalinización de Sorek, a unos 15 km al sur de Tel Aviv, es la más grande de este tipo del mundo: produce hasta 230 millones de metros cúbicos de agua desalinizada al año, aproximadamente una quinta parte del suministro de agua doméstica de Israel.

El proceso de desalinización es muy criticado y costoso, lo que explica por qué dos tercios de las instalaciones existentes se encuentran en países de altos ingresos. Requiere una gran cantidad de energía, además de quemar combustibles fósiles que contribuye al calentamiento global.

Proporcionar agua potable a la población mundial así es uno de los grandes desafíos de ingeniería del siglo XXI. Año tras año surgen nuevas propuestas, tecnologías emergentes que podrían ayudar a mejorar la situación. Por ejemplo, la recolección de rocío: un proceso que consiste en enfriar el aire para que el vapor de agua que contiene se condense y así poder ser «cosechado». «Esta tecnología pasiva tiene un gran potencial para la recolección de agua dulce debido al hecho de que una cantidad significativa de vapor de agua se almacena en la atmósfera», dicen Minghao Dong y sus colegas de la Universidad del Sureste en Nanjing, China.

Prosperen o no estas posibles alternativas, todo parece indicar que el agua en lo que resta del siglo XXI se convertirá en un lujo escaso. Como dice el narrador del documental Blue Gold: World Water Wars (2008): «Vaya ironía. Nos enfrentamos a una era de escasez en un planeta cuya superficie está mayoritariamente cubierta de agua».

Fuente: Tangible

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