Luciano, de 11 años, es uno de los tantos alumnos que sigue de manera responsable cada indicación que le dan sus profesores. Lo hace con esfuerzo y dedicación. Él quiere estudiar.
El toque final, la firma. Con los palitos restantes escribió su sobrenombre en mayúscula.
Sus padres tomaron una foto y se la enviaron a la maestra. “Envío cada quince días las tareas, y luego hago una devolución de cada trabajo. Cuando vi la imagen quedé impactada, es una obra que representa muy bien el arte efímero. Lo compartí con mis colegas, y la sensación fue la misma».
Debido al contexto de crisis sanitaria, Luciano se mudó junto a sus dos hermanos y papás a la casa de su abuela materna. «Me da una satisfacción enorme saber que lo hizo aún lejos de su casa. Quiero rescatar el trabajo de los chicos que, a pesar del entorno, tienen ganas de seguir adelante. Eso valoriza mucho más su obra”, dijo conmovida.
Arabena resaltó el compromiso de la familia en un contexto de pandemia, sin recursos digitales, para que sus hijos sigan estudiando. «En la zona tenemos una villa muy grande y ha sido difícil para ellos. Las mamás le ponen mucha garra: acompañan, cargan crédito en los teléfonos para enviar las tareas. Ver los resultados me pone muy contenta”, explicó.
Los alumnos reciben actividades para entretenerlos, estimularlos y reforzar su deber con la formación.
La Escuela General Espejo de Agrelo tiene más de 100 años, y mantiene un fuerte vínculo con la comunidad de bajos recursos. “Hay más de 500 alumnos. Ya no damos abasto, pero seguimos luchando para poder educar”, reconoce la docente. Uno de los proyectos educativos que desenvuelven está ligado al cuidado del agua, tema muy importante para todos los mendocinos. Una iniciativa con impacto social y ambiental.