En el estudio, los investigadores documentaron que el fósil alojado en el estómago del ictiosaurio pertenece a un reptil acuático parecido a un lagarto de cuatro metros de largo llamado talattosaurio. La cola seccionada del talattosaurio se encontró a muchos metros de distancia, por lo que suponen que fue arrancada y abandonada por el ictiosaurio.
Los investigadores creen que, probablemente, el reptil marino murió poco después de ingerir a su presa, lo que podría explicar por qué el talattosaurio está tan bien conservado.
Esta ‘última cena’ tuvo lugar en el período Triásico Medio, hace aproximadamente entre 237 y 247 millones de años.
Los ictiosaurios no tenían dientes afilados y, como hasta ahora se carecía de pruebas directas de que consumieran presas grandes, los paleontólogos creían que se alimentaban de animales pequeños, como los cefalópodos.
«Ahora podemos considerar seriamente que [los ictiosaurios] comían animales grandes, incluso cuando tenían dientes para prensar [no para cortar]», concluyó Ryosuke Motani, paleobiólogo de la Universidad de California, uno de los coautores del estudio.