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Don Temo, “El Último Maestro de las Alpargatas” de Maxcanú

A lo lejos, se ve la casa de huano y mampostería, en un pedazo de tronco seco de un árbol que un día lució frondoso y cobijó bajo su sombra a muchas personas, se encuentra sentado Don Temo, quien, con una sonrisa franca y contagiosa, saluda a las personas que a su paso le extienden su respeto.

Su mirada nostálgica y su voz se remontan a los recuerdos de cuando tenía 10 años y viajó en tren con sus abuelos, primero a Mérida, y luego a Halachó.

Así empiezan sus recuerdos, en una época en que los durmientes del tren eran de madera, y el sonido a lo lejos anunciaba que llegaban paseantes al municipio de Maxcanú, o regresaban de la ciudad a donde iban a vender sus productos del campo o sus animales criados en los patios de las casas.

Su nombre es José Artemio López Catzín, de 74 años de edad, originario de este municipio.

Recuerda las aventuras al subirse al tren cuando niño, el cual se sacudía a su paso y la gente gritaba al aumentar la velocidad y dijo que “era como estar en una licuadora”.

Esto lo cuenta esbozando una carcajada, y señala que en esta ocasión ha visto la modernidad pasar ante sus ojos y espera con ansias escuchar de nuevo el sonido del tren, ya que en este municipio habrá una estación que será moderna, más rápida y que espera traiga a más gente a conocerlo, ya que es la única persona que hace alpargatas. Don Temo espera con ansias el paso del Tren Maya.

Este oficio lo aprendió a los 12 años y así lo narra: “Yo tenía 12 años aproximadamente cuando una persona enfrente de casa de mi papá, donde vivíamos antes, fabricaba zapatos y me gustó, pero desgraciadamente ese señor falleció y como a dos cuadras había otro, que hacía puras alpargatas, y le dije a mi papá que me gustaba. Me parece que nos cobraron $150 en esa época, cuando eso, $150 era mucho dinero.  Allá entonces me enseñó, ya que aprendí, me retiré y empecé a trabajar, así es como estoy ahorita con el oficio”.

Don Temo, recuerda que también fue quien vio el nacimiento y la desaparición del “oro verde” de Yucatán, como fue llamado el henequén. Trabajó duro en el campo, pero cuando se terminó la cosecha de este producto, se dedicó de lleno a la elaboración de sus alpargatas, esas que “chillan” cuando al ritmo de tres cuartos o seis octavos de compás se escuchan al ritmo de una jarana y que a los mestizos engalanan al ir a las vaquerías.

El único “Maestro de alpargatas” de Maxcanú, no quiere que se pierda este oficio, quiere enseñar y también quiere seguir aprendiendo de la gente joven que lo rodea, dice “no cobro por enseñar,” quiere transmitir sus conocimientos para que cuando el Tren Maya llegue, la cultura siga viva a través de unas alpargatas chillonas que se escucharán al ritmo de las jaranas yucatecas.

“Yo les diría que tengan confianza a quienes quieran dedicarse a aprender este oficio, con mucho gusto se los enseño, esto es muy fácil, porque con que aprendan a manejar el cuchillo, es puro molde el que me sirve y sí me gustaría que ellos vengan y me digan quiero que me enseñes, yo con mucho gusto.  Pueden trabajar en lo que sea en sus horas libres, pueden venir una hora o dos horas para que este trabajo artesanal no se nos vaya, no se nos pierda, no desaparezca, y sí me gustaría invitarles en general, a toda edad que tengamos lo podemos hacer, con que tengamos un poquito de imaginación, hasta pueden hacerlo mejor que yo”, expresó Don Temo.

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