MÉRIDA, YUCATÁN A 16 DE ABRIL DE 2017.- La partera Rafael Can Aké declaró que en los últimos 10 años resurgió la demanda de la gente por ella e incluso hasta por familias de profesionistas y de nivel económico medio alto, quienes prefieren a las parteras para el nacimiento de sus bebes.
Señaló que por la tecnología hace más de 20 años disminuyó su labor, pero ésta ha resurgido en los últimos años.
Recordó que ella a los 13 años ni siquiera sabía como iba a nacer a su hijo y hoy es una de las parteras más reconocidas en el Estado.
A pocos días de parir a su primer hijo, Rafaela Can Aké de 13 años de edad, le preguntó a su marido de 21 años de edad, ¿cómo saldrá el bebé de mi barriga?. En su momento te darás cuenta, le respondió de manera amorosa.
De acuerdo a una nota publicada en el Financiero señala que la respuesta no aclaró en nada la duda de una niña que en breve sería madre y posteriormente, con un don heredado, una de las parteras más reconocidas del estado y del país, además de ser acompañante de médicos en los partos.
A sus 63 años de edad Rafaela relata su trayectoria dentro de la medicina tradicional, sector en donde sus servicios son demandados por mujeres de todos los niveles económicos de Yucatán, pues está incluida en el registro de las 179 parteras que hay distribuidas en los 106 ayuntamientos del estado.
La labor que para Rafaela es bendita, porque “ayuda a dar vida”, se enfrenta a la lucha por mantenerse vigente ante la modernidad tecnológica y de los avances médicos de las clínicas públicas y privadas, pero sobre todo para seguir siendo auxiliar de las embarazadas durante y posterior al parto.
De acuerdo con la Secretaría de Salud de Yucatán estas mujeres están capacitadas y tiene la experiencia para prevenir cualquier problema que se presente durante el embarazo, como presión alta, y para identificar otra eventualidad, por ello cuentan con el aval de esta dependencia.
Como parte de su vocación, revela Rafaela, las comadronas dedican su tiempo a ayudar, orientar y apoyar a las embarazadas que las solicitan y necesitan al momento del nacimiento de sus hijos, en la ciudad y en el campo, a un costo de mil a siete mil pesos, depende de las posibilidades económicas de las familias.
También sirven de acompañantes del médico en el parto, cuando se trata de hospitales privados, donde las mujeres que alumbrarán solicitan su presencia.
Es así que Rafaela ha dedicado más la mitad de su vida a asistir a mujeres embarazadas, recibiendo en sus manos a más de 500 niños y niñas, que optan por las parteras y no por la modernidad de los hospitales.
En su historia esta mujer de la comunidad Chumbec del municipio de Sudzal, ubicado en el centro del estado, considera su oficio como un “don” divino, heredado de sus abuelas.
La revelación de su encomienda, recuerda, fue por medio de sueños frecuentes, que empezaron cuando cumplió 15 años, donde se le enseñaba cada paso a seguir para recibir a un bebé en agua, hamaca, cama y piso, así como en otras circunstancias.
“Ese sueño de estar en un parto me enfermó, el dolor de cabeza no se quitaba, al grado que caí en depresión, por ello fui al médico a Izamal, donde me diagnosticaron como un mal nervioso”.
Esa misma tarde, describe, se presentó ante mí una mujer de edad avanzada que me preguntó qué problema me agobiaba, porque mi aspecto estaba muy mal, entonces para desahogarme le conté del sueño que tenía cada noche. Y fue que ella me dijo: No te preocupes es un llamado para ser partera y desde ese día los sueños se fueron.
A la edad de 25 años, ya con cuatro hijos, sin saber leer ni escribir Rafaela fue propuesta por su comunidad para ser la mujer que el Instituto Mexicano del Seguro Social capacitaría por seis meses como partera en Mérida. Designación que le sorprendió, pues nunca pensó en dedicarse a ello, además en su vida había viajado a la capital del estado, refiere.
“Durante la capacitación mi sorpresa fue mayor, pues me di cuenta que ya sabía muchas de las cosas que enseñaban, porque recordaba los sueños, lo cual resultó ventajoso porque fui una de las más reconocidas en el desempeño.”
El apoyo de su esposo fue incondicional, pues fue quien la animó para aceptar y aprender este oficio, que ahora heredará a su nieta.