MÉRIDA, YUCATÁN A 31 DE MARZO DE 2017.– Creer en coincidencias o hechos fortuitos en la política es ingenuidad o ignorancia imperdonable. Todo obedece a un plan meticuloso, como si una fuerza superior moviera hilos a veces bastante visibles para un fin específico. Y si los hechos se repiten seguramente estamos ante una ley inexorable como la gravedad. Si se siguen repitiendo podemos hablar de una costumbre o un vicio, nunca de una casualidad.
Así es la historia de los exgobernadores priistas de Chihuahua y Veracruz. Lo único que puede ser fortuito es que se apelliden Duarte. Se trata en el caso de Javier y César, de historias con asombrosos paralelismos:
- Ambos se postulan por el PRI y triunfan en sus respectivos procesos electorales;
- También se dedican a aprovechar los recursos de sus entidades en beneficio suyo, de sus familias y de un selecto grupo de cómplices.
- Los dos son acusados de peculado y de un largo etcétera de delitos donde el uso del dinero público es la constante.
- Las hábiles maniobras de ambos gobernantes les permiten amasar una significativa fortuna, incluidos bienes raíces y en numerario.
- La oposición hace calumniosas acusaciones sobre sus latrocinios, pero reciben el respaldo del Revolucionario Institucional.
- Ya cerca del final de su mandato, el desfalco de que han hecho víctima a sus entidades es inocultable y el partido, que los respaldó a viento y marea, los repudia, los amenaza con la expulsión y con retirarles el saludo.
- Ellos acuden a los medios nacionales para avisar que enfrentarán las maliciosas denuncias y así lavar su buen nombre; en el cual, por cierto, sólo ellos creen.
- Después de esta valiente declaración, se hacen ojo de hormiga y pasan a la categoría de prófugos buscados por la Interpol.
¿De veras? ¿Tras toda clase de denuncias y a punto de quedarse sin fuero, nadie pudo prever que se iban a pelar? ¿Y ahora que se acercan las elecciones a gobernador en el Estado de México quienes pudieron evitar sus saqueos o por lo menos ponerlos en cárcel, lamentan sus deshonestas acciones y los repudian?
El dicho afirma que una vez es gracia, pero la segunda es desgracia. La primera ocasión podría tratarse de una serie de circunstancias lamentables e infortunadas. La segunda es la muestra de que no se trata de un accidente sino de un método o, hablando en la jerga policiaca, del modus operandi de estos delincuentes de cuello blanco y voluminoso.
Esperemos que el final de ambas historias concluya con la detención de los Duartes, la restitución de lo robado y una sentencia acorde a sus delitos y no sólo con la aprehensión de colaboradores que parecen autores materiales y simples cómplices de los autores intelectuales, hoy evadidos de la justicia.