Durante las labores de salvamento arqueológico que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lleva a cabo con motivo de las obras del Tren Maya, en Yucatán fue recuperada una vasija estilo Chocholá grabada con un texto jeroglífico, cuyo tipo data de finales del periodo Clásico Temprano al Clásico Tardío (600 y 800 d.C.), atribuido a la zona de Oxkintok, región que se ha propuesto como el área de producción de este estilo de piezas.
Se trata de un tipo de vasijas con amplia presencia en el norte de Yucatán, pero cuya mayoría registrada procede de colecciones privadas como producto del saqueo y el comercio ilícito, sin que se conozca el contexto cultural arqueológico de procedencia, de ahí la relevancia de esta pieza recuperada como parte de una investigación.
Las vasijas Chocholá se caracterizan por presentar texto jeroglífico, aunque pueden o no presentar escenas iconográficas. Por lo general, la escritura en aquellas que sí lo llevan trata de una Secuencia Primaria Estándar o frase dedicatoria, la cual describe al objeto, menciona al propietario (en algunas ocasiones son colocados los títulos que ostentaba), y el posible contenido.
El estilo de vasijas Chocholá fue nombrado así por el arqueólogo y epigrafista estadounidense Michel D. Coe, en su libro The maya scribe and his world, debido a que la mayoría de las piezas presentadas en dicho catálogo habían sido adquiridas en la zona de Chocholá, por parte de los coleccionistas, desde entonces se le ha denominado de tal forma.
Lo anterior fue informado por el arqueólogo Ricardo Abraham Mateo Canul, miembro del equipo de salvamento arqueológico del Proyecto Tren Maya, quien lleva a cabo el análisis epigráfico de la vasija y detalla que, de acuerdo con los especialistas que han estudiado la región, son pocas las vasijas con estas características que se han recuperado en su contexto original, como parte de los ajuares mortuorios.
Cabe señalar, añade, que este tipo de piezas también se ha encontrado como parte de basureros en sitios de mayor jerarquía, así como en los rellenos constructivos, incluso, de sitios de menor rango, “lo que propicia una discusión más amplia sobre su significado y la relación que guardaban con la élite gobernante, aunado a la distinción de rango a la que hacen referencia, lo que no descarta la idea que probablemente fueran obsequios del gobernante hacia sus colaboradores más cercanos, como lo propuso el epigrafista ya fallecido, Alfonso Lacadena, en un texto publicado en 2008”.
De acuerdo con el estudio epigráfico de Mateo Canul, el texto grabado en la vasija es una Secuencia Primaria Estándar o frase dedicatoria. Consiste en cinco cartuchos glíficos, los cuales son leídos así: A1 u jay (u-ja-yi) “Es su taza”; B1 yuk´ib (yu-k´i-bi) “su vaso”; C1 ta yutal (ta-yu-ta) “para su afrutado”; D1 tsihil kakawa (tsi-li-ka-wa) “cacao fresco o nuevo”; D1 Sajal (sa-ja-la?) “del Sajal”.
Como resultado de los avances de sus estudios, el especialista propone la interpretación: “El vaso del Sajal”.
A semejanza de otras piezas reportadas de este tipo, “El vaso del Sajal” menciona en el texto el posible contenido, que en este caso es el tsihil kakaw, el cual puede ser traducido como “cacao nuevo o fresco”, cuya bebida igualmente ha sido identificada en textos de algunas vasijas estilo Chocholá, abunda el arqueólogo.
Respecto al título Sajal, indica que existen algunas propuestas de epigrafistas en cuanto a su significado: John Montgomery (2002) lo ha traducido como “hombre subordinado”; por otro lado, Alexander Voss ha considerado traducirlo como “exclamador”, siendo este quien, posiblemente, decía en voz alta las órdenes del ajaw (gobernante) de quien estaría subordinado. El análisis epigráfico aún está en proceso.
La pieza, hallada durante los trabajos del Proyecto de Salvamento Arqueológico del Tren Maya “U lu’umil maaya U lu’umil maaya wíiniko’ob: un análisis regional del sureste mesoamericano estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo”, bajo la dirección del arqueólogo Manuel Eduardo Pérez Rivas, fue recuperada por la arqueóloga Susana Echeverría Castillo, el 28 de junio pasado, como parte de una ofrenda registrada en el Tramo 3, que corre de Calkiní, Campeche, a Izamal, Yucatán, cerca de la población de Maxcanú, en este segundo estado.
“Fue recuperada en un contexto especial que probablemente corresponda a un depósito mortuorio, identificado como cista, ubicada debajo de un nivel de piso de estuco. La pieza se encontró de costado, con el borde hacia el sur; muy cerca de la vasija se identificó la presencia de restos óseos humanos que podrían corresponder a huesos largos de las extremidades inferiores”.
La pieza es relevante dado que se descubrió en el contexto cultural arqueológico de procedencia, por lo que su hallazgo revelará datos sobre este aspecto, contribuyendo a completar la información arqueológica, además de lo que la pieza pueda aportar en sí misma, finalizó la especialista.