Nuevamente, el azúcar es protagonista de una importante investigación relacionada con los efectos de la Covid-19 en el organismo. Esta vez, son investigadores de la Universidad de Alberta en Canadá quienes proponen –en un artículo publicado el pasado 9 de noviembre en la revista Nature– que el azúcar presente en todas las células de nuestro cuerpo tiene un papel preponderante en la infección por SARS-CoV-2.
Así, el coronavirus utiliza a los glicanos (los azúcares presentes en las células) para tener acceso a ellas y de esta manera propagarse. Pero lo interesante es que también el SARS-CoV-2 está recubierto por azúcar. De hecho, la concentración de glicanos en la espícula del coronavirus ronda el 70% y el recubrimiento no está presente de manera uniforme, sino que posee diferentes densidades en función de la zona de la espícula.
Hay que mencionar, además, que los glicanos están formados por moléculas muy grandes de polisacáridos. Estos polisacáridos, a su vez, están constituidos por otras moléculas llamadas monosacáridos (como la glucosa y la fructosa) que son el combustible de las células, es decir, les proporciona la energía necesaria para que puedan llevar a cabo todas sus funciones correctamente.
En otras palabras: los glicanos son azúcares que resultan esenciales en la formación de la estructura de las células y para el almacenamiento de energía.
Y lo novedoso, en el caso de esta investigación canadiense, es que por primera vez los científicos desarrollaron herramientas analíticas para detectar glicanos a través de una técnica de espectrometría de masas, llamada también de captura y liberación, con la finalidad de estudiar qué azúcares interactúan con la proteína que se encuentra en la espícula del SARS-CoV-2.
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Espícula y espinas son palabras que, gracias a la difusión mediática de la pandemia, lograron insertarse en el vocabulario colectivo porque justamente la espícula, una protuberancia que resalta sobre la superficie del SARS-CoV-2, suele unirse a los receptores ACE2 (los cuales se encuentran en nuestras células) con el fin de depositar su material genético, propagarse y finalmente destruirlas.
Los receptores ACE2 están formados por enzimas que se encargan de regular una proteína llamada angiotensina-2 la cual, si no funciona correctamente, produce un incremento en la tensión arterial y en la inflamación de órganos tales como los pulmones.
Al respecto, quienes llevaron a cabo el estudio, como el profesor Matthew Macauley de la Universidad de Alberta, señalan que por el momento no habrá una terapia exitosa.
Ello se debe a que los investigadores también descubrieron que la habilidad del SARS-CoV-2 para infectar una célula cae entre dos y diez veces cuando la producción de azúcares en los receptores de ésta se bloquea. Ello significa que impedir la producción de azúcar en los receptores de la célula, se traduce en una disminución de la capacidad del virus para hacer daño.
Pero lo que aún no saben bien a bien es cómo se produce este mecanismo de bloqueo y si la producción de azúcar por parte de las células se podría inhibir totalmente.
También están algo preocupados con respecto a cómo pueda evolucionar el SARS- CoV-2 ya que, por ejemplo, aún se desconoce si en un futuro cercano podría surgir alguna variante que evolucione con una dependencia mayor hacia el azúcar. Si esto fuese así, quizá esta hipotética nueva variante sería más resistente a los tratamientos actuales.
Si actualmente, como es evidente, existe una distribución inequitativa de las vacunas, ¿lo mismo sucederá con los futuros tratamientos para la Covid? Todo apunta a que la pandemia no llegará a su fin hasta que no exista un verdadero compromiso de los países más ricos por ser más solidarios con los demás.
La luz al final del túnel está cerca, pero evidentemente no para todos ni en igualdad de condiciones.
El estudio de Nature sobre el vínculo del azúcar en las células humanas y el SAR-CoV-2 puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.nature.com/articles/s41589-021-00924-1
Fuente: Aristegui Noticias /Foto: Shutterstock