Científicos estadounidenses lograron mapear por primera vez un “hueso” de la Vía Lactea, un filamento largo y denso de gas frío en uno de los brazos espirales de la galaxia con una longitud de 195 años luz, así lo reveló un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters.
El mapa fue adquirido utilizando el plano del Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), el cual proporcionó a los investigadores la primera imagen completa de los campos magnéticos que contiene. De esta forma, se siguen revelando los misterios de la Vía Láctea.
Los campos magnéticos de la Vía Láctea están desordenados y el campo magnético promedio no es ni paralelo ni perpendicular al hueso. Según los investigadores, este hallazgo sirve para comprender mejor tanto las estructuras de las galaxias espirales como su formación estelar.
De acuerdo con Ian Stephens, investigador de la Universidad Estatal de Worcester, Massachusetts, “ahora podemos obtener tantas medidas independientes de la dirección del campo magnético a través de estos huesos, lo que nos permite profundizar en la importancia del campo magnético en estas enormes nubes filamentosas“.
Los científicos identificaron por primera vez uno de los huesos de la Vía Láctea en 2013; desde entonces, han encontrado 18 en total. Nuestra galaxia actualmente tiene una tasa de formación de estrellas baja con tres masas solares por año; sin embargo, la formación de estrellas que tiene lugar tiende a hacerlo en estos llamados huesos.
Los huesos galácticos son la parte más densa de los brazos de la Vía Láctea. Las propiedades definitorias de estos huesos son que deben ser al menos 50 veces más largos que anchos, estar cerca y en su mayoría paralelos al plano galáctico. Los astrónomos realizaron mediciones en profundidad de su tamaño, masa, temperatura, altitud y densidad.
“Los campos magnéticos… pueden potencialmente establecer la velocidad a la que se forman las estrellas en una nube. También pueden guiar el flujo de gas, dar forma a los huesos y afectar la cantidad y el tamaño de las bolsas de gas más densas que eventualmente colapsarán para formar estrellas”
Los campos magnéticos de estos huesos estaban mal restringidos, por lo que Stephens y el equipo utilizaron el el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja (SOFIA), un Boeing modificado que vuela sobre la estratosfera de la Tierra para evitar la interferencia infrarroja, para medir 10 huesos. El primero de ellos es G47.
“Al mapear la orientación de los campos, podemos estimar la importancia relativa del campo magnético en comparación con la gravedad, para cuantificar la cantidad de campos magnéticos que influyen en el proceso de formación de estrellas”.
El equipo usó SOFIA para hacer observaciones de la luz infrarroja emitida por el polvo en G47. Los granos de polvo no esféricos se alinean a lo largo de la dirección del campo magnético, que se puede detectar en la polarización de la luz infrarroja que emiten.
Según el estudio, los campos magnéticos desempeñan un papel en la prevención del colapso óseo G47 y en la formación del hueso en las regiones de mayor densidad; sin embargo, los campos en las regiones de menor densidad son complicados y desordenados, y el papel que desempeña el campo magnético no está claro.
G47 fue el primero de una serie de estudios en profundidad de los campos magnéticos de los huesos galácticos, por lo que el trabajo restante podría ayudar a resolver los misterios alrededor de estas formaciones.
Fuente: DPA