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Los arrecifes en peligro por la ‘pandemia’ llamada Síndrome Blanco

En el Caribe Mexicano, los bellos arrecifes de coral que tardaron siglos en crecer, en unas cuantas décadas han muerto por el efecto de actividades antrópicas y por una Síndrome Blanco

Lorenzo Álvarez Filip, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM, especialista en arrecifes coralinos, nos sumerge en uno de los ecosistemas tan biodiversos como las selvas tropicales y de gran importancia económica para México.

Los arrecifes de coral constituyen menos del 1 por ciento de los mares y, sin embargo, son el hábitat del 25 por ciento de los peces que conocemos. Son refugio también de crustáceos, moluscos, algas y de otra gran cantidad de organismos.

Estructuras milenarias, los arrecifes de coral son una barrera natural contra los huracanes. No sólo protegen las costas sino también a la infraestructura turística hotelera.

Son también una fuente de producción pesquera, tanto para exportación como para alimentación nacional y local.

Por su belleza y vida acuática, son un atractivo para el turismo nacional y sobre todo extranjero. Gran parte de la economía de Quintana Roo está asociada al turismo atraído por los arrecifes coralinos.

Los del Caribe Mexicano, no son los únicos arrecifes coralinos del país, pero sí los más ‘carismáticos’. Otros de relevancia ecológica y turística están en Veracruz y Tuxpan.

A lo largo de toda la costa del Pacífico también crecen estos ecosistemas. Propios del trópico, en la parte sur (aguas templadas) del Golfo de California hay un arrecife muy famoso, el Cabo Pulmo.

Los resistentes, sobreviven

Son diversos los factores que afectan la integridad de los arrecifes coralinos, que el doctor Álvarez Filip ha estudiado durante 15 años en el Caribe Mexicano.

El creciente estrés del planeta por el Cambio Climático, la contaminación de la costa por las descargas humanas y las enfermedades han acabado en años con arrecifes que los corales tardaron siglos en construir.

Entre 1980 y 2015 se perdió cerca de un 60 por ciento de la cobertura de corales a lo largo del Caribe mexicano, asegura el investigador de la Unidad Académica de Sistemas Arrecifales que tiene el ICMYL en Puerto Morelos, Quintana Roo.

Los principales sobrevivientes han sido corales “tolerantes al estrés”, los muy resistentes a los cambios bruscos en las condiciones ambientales, pero que al mismo tiempo son generalmente pequeños y no construyen tanto arrecife.

Los esqueletos muertos de los corales, son después objeto de un proceso natural de erosión que poco a poco desgasta las estructuras rocosas y disminuye la complejidad del arrecife. Al erosionar la roca, peces loro, erizos y diversos tipos de esponja producen arena.

Las arenas blancas en las costas del caribe mexicano (Cancún, Playa del Carmen y Tulum) son el producto de esa batalla entre construcción y erosión. Cuando son equiparables ambos procesos, garantizan la existencia de arrecifes.

Sin embargo, como predomina más la erosión que la construcción, la estructura del arrecife va siendo “más plana”, lo cual afectará la biodiversidad y los servicios ecosistémicos “como la protección costera”.

Colonia en sinergia

El coral es la mezcla de un animal o pólipo con una microalga. Los pólipos están emparentados con las anémonas y las medusas. Miden desde milímetros a algunos centímetros. Los pólipos forman colonias que tiene adentro a unos dinoflagelados simbiontes llamados zooxantelas. Su combinación es lo que conocemos como corales y que en sinergia secretan carbonato de calcio o el “esqueleto rocoso”.

Imagina que mi mano es un coral. La piel o los pocos milímetros de la capa superficial son el animal y sus simbiontes. Todo lo de adentro es el carbonato de calcio que se fue acumulando durante siglos hasta formar los arrecifes.

Los grandes constructores de arrecifes son corales de lento crecimiento. Los Orbicells o Corales de Montaña crecen un centímetro al año. Cientos de años los lleva alcanzar seis o siete metros de altura

A una escala geológica, durante cientos de millones de años, formaron un producto que se calcificó y hoy es lo que conocemos como la península de Yucatán

El Síndrome Blanco

Álvarez Filip ilustra la pérdida de estos ecosistemas así: cuando era bebé en promedio el 50 por ciento de los arrecifes estaban conformados por corales. Hoy sólo es un 10 o 15 por ciento. En lo que va de mi vida se ha perdido lo que llevó miles de años construir.

Desde 2019, esa pérdida se ha agravado por una severa enfermedad. El Síndrome Blanco mató a muchísimos corales en poco tiempo. Desaparecieron algunas especies del Caribe Mexicano. Las pérdidas poblaciones fueron superiores al 90 por ciento.

En Cozumel, por ejemplo, el coral Pilar forma arrecifes parecidos a catedrales góticas. En enero de 2019, había una estructura coralina de cinco metros de altura por siete de largo, que tardó cuatro siglos en construirse. Cuatro meses después estaba completamente muerta.

El Síndrome Blanco, subraya Álvarez Filip, es a los corales lo que el Covid-19 a los humanos. Una pandemia que en los animales se llama epizootia. Se cree que son bacterias que se trasmiten por agua. Ha afectado a todos los corales del Caribe Mexicano. En menos de un año pasó desde el norte del Caribe (Cancún) hasta Xcalak, en la frontera con Belice. “Se está moviendo rapidísimo”.

Pero, más que el Síndrome Blanco, son las alteraciones ambientales, la contaminación del agua marina, el calentamiento del mar, las descargadas de fertilizantes y de aguas residuales, las que propician condiciones adversas para que los corales se enfermen o mueran por una afectación que pasa en todos los mares: el blanqueamiento coralino.​

Ante la alta tasa de mortalidad de corales, se ha tratado de restaurar los arrecifes coralinos. Es como una especie de reforestación. Se rompe un coral (ya sea intencional o por un huracán) y los pedacitos se plantan y cultivan en acuarios o viveros. Luego se trasplantan al fondo del mar.

En el mundo, particularmente en Puerto Morelos, hay grupos que trabajan a lo largo del Caribe Mexicano en el rescate de corales para trasplantarlos y empezar a restablecer esos ecosistemas.

Sin embargo, si no disminuimos los efectos negativos de las condiciones ambientales (aguas contaminadas, más calientes, con muchos nutrientes donde no debe haberlos) que han causado una alta mortalidad coralina, seguirán matando a los corales y todos los otros esfuerzos “servirán de muy poco”.

Fuente: UNAM

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