
Cada año, durante el equinoccio de otoño, la zona arqueológica de Chichén Itzá en Yucatán se convierte en escenario de un fenómeno astronómico y espiritual único: la serpiente emplumada de Kukulcán parece descender por la escalinata norte de El Castillo.
Este efecto de luz y sombra, creado por la alineación perfecta del Sol con la pirámide, refleja la profunda conexión de la civilización maya con la astronomía y el calendario agrícola.
Para los antiguos mayas, el equinoccio marcaba el inicio de un nuevo ciclo de cosechas y la renovación de la vida, un momento sagrado donde el cielo y la tierra se unían bajo la guía de Kukulcán, deidad de sabiduría y fertilidad.
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