«Un monzón con esteroides». El secretario general de la ONU, António Guterres, alertó que Pakistán se enfrenta a «un implacable impacto de niveles históricos de lluvia e inundaciones».
Las tareas de socorro se intensificaron el martes en Pakistán para intentar ayudar a las decenas de millones afectadas por las peores lluvias monzónicas en tres décadas, que inundaron un tercio del país, causaron la muerte de al menos 1.136 personas y provocaron daños multimillonarios.
Pakistán y la ONU solicitaron este martes 160 millones de dólares para socorrer a las víctimas de las graves inundaciones registradas en el país, que desde mediados de junio causaron más de mil 100 muertos y 33 millones de afectados
«Ha habido daño masivo en la infraestructura, especialmente en las áreas de telecomunicaciones, carreteras, agricultura y los medios de subsistencia», dijo el ministro de Planificación, Ahsan Iqbal.
Las precipitaciones empezaron en junio y han provocado las inundaciones más mortíferas en más de una década, arrasando cultivos vitales para la supervivencia de su población y destrozando más de un millón de hogares.
Las autoridades y las organizaciones humanitarias tratan de acelerar la entrega de ayuda a los más de 33 millones de personas afectadas, uno de cada siete paquistaníes, pero la tarea se complica por los daños en carreteras y puentes.
La ONU y el gobierno paquistaní, que decretó el estado de emergencia, lanzan oficialmente el martes un llamamiento por 160 millones de dólares para financiar la ayuda de emergencia.
En el sur y el oeste del país apenas queda terreno seco y la gente desplazada debe refugiarse en carreteras y vías ferroviarias elevadas para escapar de las llanuras inundadas.
«Ni siquiera tenemos espacio para cocinar comida. Necesitamos ayuda», decía a AFP Rimsha Bibi, una escolar en Dera Ghazi Khan, en el centro de Pakistán.
El monzón, que suele extenderse de junio a septiembre, es esencial para la irrigación de los cultivos y para reponer los recursos hídricos en el subcontinente indio.
También tiene su cuota de tragedia y destrucción cada año, aunque hacía tres décadas que el país no registraba unas precipitaciones tan intensas.
Las autoridades paquistaníes atribuyen estas lluvias devastadoras al cambio climático y afirman que el país sufre las consecuencias de prácticas ambientales irresponsables en otras partes del mundo.
Las lluvias monzónicas iniciadas en junio son «sin precedentes desde hace 30 años», sostuvo el primer ministro Shehbaz Sharif, al recorrer las zonas afectadas del norte.Un tercio de Pakistán está actualmente «bajo el agua», declaró el lunes a AFP la ministra del Cambio Climático, Sherry Rehman, quien citó una «crisis de proporciones inimaginables».
«Todo es un gran océano, no hay un lugar seco desde donde se puede bombear el agua», señaló la ministra Rehman, tras añadir que el costo económico será devastador.
El saldo puede aumentar porque las autoridades todavía intentan llegar a las remotas zonas montañosas del norte. Y en el sur, el río Indo, el más importante del país, amenaza con desbordarse.
Según el servicio meteorológico, Pakistán recibió el doble de las precipitaciones normales. En las provincias sureñas de Baluchistán y Sind, las más afectadas, las lluvias fueron cuatro veces superiores al promedio de los 30 años previos.
Las inundaciones llegan en el peor momento para Pakistán, cuya economía enfrenta una grave crisis.
En días recientes llegaron vuelos humanitarios de Turquía y Emiratos Árabes Unidos, y se esperan nuevos desde Canadá, Australia y Japón.
Los precios de productos básicos como cebollas, tomates o garbanzos se han disparado por la falta de suministros de las inundadas provincias de Sind y Punyab, los graneros del país.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio un respiro el lunes al anunciar la reactivación de un programa de apoyo financiero vital para Pakistán y anunció el desembolso de un paquete de 1.100 millones de dólares.
Por todo el país emergieron improvisados campos de desplazados en escuelas, carreteras o bases militares.
En la aldea de Nowshera, un colegio se convirtió en refugio de 2.500 víctimas, agobiadas por el calor veraniego y con escasa comida y agua.
«Nunca pensé que un día debería vivir así», lamenta Malang Jan, de 60 años. «Hemos perdido nuestro paraíso y estamos forzados a vivir una vida miserable», añadió.
Fuente: Vive Usa /Foto: EFE /Unicef